domingo, 3 de julio de 2011

Reportaje - Los Ibores

Para un domingo como hoy os hacemos una sugerencia con muy buena pinta y marcado sabor extremeño, un viaje por una de nuestras más pequeñas y pintorescas comarcas que, al igual que muchas otras, desarrolla su vida y su cotidianidad junto al río que le da nombre, el Ibor. Este afluente del Tajo, hijo de las Villuercas, guarda en su corto recorrido pueblos e historias que nada tienen que envidiar a otros tributarios de mayor tamaño. Es un río con personalidad propia.


Tras pasar por la monumental Guadalupe el Ibor empieza a hacer comarca en su paso por Navalvillar. Pueblo pequeñito este, montañoso, en el que la producción de quesos y miel, las dos grandes exportaciones de la zona, mantienen económicamente a su casi medio millar de habitantes, que gozan ahora del sello Denominación de Origen que les otorga la Junta.


En su recorrido y hasta Castañar el río nos muestra el elemento que durante toda su historia dio prosperidad y riqueza a las Villuercas, el hierro. La extracción de este mineral, crucial en las guerras del pasado pero también vital en sus economías, se ve reflejada en las numerosas minas que se encuentran en éste término municipal y entre las que destaca la de San Benito, la de Los Moros y la Del Rostro. Esta última fue la que más tardó en cerrarse, aunque casi todas estuvieron explotadas en algún momento por las culturas que fueron pasando, celtas, vettones, romanos, godos o árabes, todos supieron apreciar las riquezas de este subsuelo.


Pero no se puede pasar de largo el municipio de Castañar, el mayor de la comarca con más de mil habitantes y el que recibe por tanto una mayor parte de los servicios públicos de la zona. Este pueblo se sitúa en un cerro junto al río, lo que le confiere la peculiaridad de un trazado harto empinado, con un caserío adaptado al medio escarpado que deleitará la vista del turista al tiempo que resopla con la lengua fuera hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento, regalo para las vistas y el descanso del agotado.


Es también en esta localidad donde podemos encontrar el mayor tesoro que ocultan estas tierras iboreñas. No se pueden visitar masivamente, por lo frágil de su entorno, y apenas se conoce toda su amplitud, en la que se cuentan numerosos y mágicos lagos subterráneos. Nos referimos a las Cuevas de Castañar, una de las más valoradas y conocidas entre los arqueólogos de todo el mundo y que se encuentra entre las más artísticas creaciones de la naturaleza bajo tierra. Solo se puede disfrutar de tan atractivo espectáculo en grupos muy reducidos y siempre con guías, pero sin duda merece la pena.


El río sigue, transmitiéndonos con su fauna y su flora, únicas en cuanto al microclíma que se crea a su paso, la tranquilidad de una naturaleza que va cambiando la montaña por la llanura, según se va acercando a Bohonal. Se deja a su paso el pueblo pequeño pero centenario de Mesas, que fue testigo en la Guerra de la Independencia de una cruenta batalla entre franceses y españoles en la cual los segundos acabaron perdiendo, una derrota de la que aún queda aquel muro que usaron los compatriotas de la resistencia para guarecerse del ataque gabacho.


Ya a punto de encontrarse con el Tajo el Ibor se detiene en la última población de la comarca a la que da nombre, Bohonal. Es este el recibidor de parte del legado de la antigua Augustóbriga (Que algunos conocerán más por el instituto moralo), que luego fue Talavera la Vieja, reflejado en lo que aquí se conoce como “Los mármoles”, un pórtico de mármol posiblemente perteneciente a un templo romano del siglo II d.C.

A poca distancia, pasada la presa de Valdecañas, este afluente se incorpora al mayor río de toda la península ibérica, añadiendo así su peso a este gran gigante de nuestra tierra extremeña. Y con esto concluimos este artículo, esperando que a partir de ahora esta comarca no sea una desconocida para vosotros, o que al menos hayáis saciado vuestra curiosidad. ¡Hasta mañana amigos!

0 comentarios:

Publicar un comentario

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More