sábado, 23 de julio de 2011

Artículo. La Sorprendente Ermita de San Jorge (En peligro de extinción)

A caballo entre Cáceres y Badajoz, siguiendo la Ex-100 que une ambas ciudades, nos podemos encontrar con uno de los tesoros más escondidos, deteriorado y al mismo tiempo hermoso de toda la provincia. Nos referimos a un peculiar edificio que tiene una característica única en el mundo, la de ser al mismo tiempo pozo, abrevadero y ermita: San Jorge, a unos 12 kilómetros de la capital cacereña, es quizás una de esas joyas a las que el tiempo y la falta de cuidados pueden conseguir que, a comienzo del siglo XXI, sea una de las pocas oportunidades que tengamos de ver a esta arquitectura en peligro de extinción.
En medio de unos campos vallados y con una dificultad, llamémosle media, para acceder a él, nos encontramos en medio de la nada con una colección sorprendentemente intacta de frescos y pinturas que maquillan el interior de esta asombrosa ermita. Y asombrosa por dos detalles principales: el primero es su utilización ya que, siendo su función primaria la de recoger dentro del edificio el agua proveniente de los regatos que allí dan en morir, resulta cuanto menos curioso el comprobar cómo un “aljibe” o recolector de agua pueda ser al mismo tiempo un lugar religioso y de oración. La segunda de sus particularidades reside en su forma arquitectónica, ubicada en la misma hondonada y usando las paredes de la misma para “empotrar” contra ellas los muros del templete.

Pero más allá de su curiosa funcionalidad de iglesia-pozo, en ella destacan una serie de pinturas situadas por el techo y en la parte no inundable que han conseguido mantenerse casi milagrosamente desde que en 1565 su autor grabase toscamente en una de las columnas “JUAN DE RRIBERA PINTO MDLXV”. En realidad no se sabe muy bien el motivo de convertir en religioso un edificio de tales características, si la gente tenía que asistir a la liturgia con los pies mojados (Llega a recogerse más de un palmo de agua en semanas de mucha lluvia) o si el lugar en sí representaba tanto para los lugareños que les mereció la pena hacer tan magnífica obra en un sitio tan insospechado.

Se encuentra próxima a la Torre de Mogollón, una de las estructuras defensivas que rodeaban el burgo cacereño, pero la forma más sencilla de guiarnos hasta allí es tomar el primer camino de tierra que nos encontramos tras el Castillo de La Segura, otra joya de la que hablaremos en siguientes artículos. Una vez tomado el camino rural debemos acordarnos de coger el siguiente camino que sale del mismo a la derecha, a unos pocos cientos de metros, y este nos guiará hasta el propio San Jorge, teniendo en cuenta eso sí que es muy posible que el acceso nos lo podamos encontrar vallado y tengamos que dejar el coche, saltarla y seguir avanzando a pie, pero sin duda merece la pena.

Por seguridad es recomendable comunicar siempre de antemano a donde vamos a ir, ya que las veredas pueden ser muy traicioneras, y evitar horas del día en las que se nos pueda echar la noche encima demasiado pronto. Pero por lo demás visitar este pedazo de nuestra historia a punto de desaparecer no se hace demasiado complicado, y quizás seamos la última de las generaciones que podamos disfrutar de este espectáculo. ¡Hasta mañana amigos!

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