viernes, 12 de agosto de 2011

Artículo: Barrio judío de Valencia de Alcántara

La convivencia entre la culturas musulmana, cristiana y judía fue un constante a lo largo de todo el medievo hispano y extremeño. Centrándonos en la comunidad judía, siempre en minoría pero siempre manteniendo una cultura y una idiosincrasia propia, encontramos de ella varios ejemplos, sobre todo en la provincia de Cáceres, de barrios propios conocidos como Juderías. Uno de los más famosos ejemplos de estas aglomeraciones urbanas lo podemos encontrar en Valencia de Alcántara, donde se ha conservado prácticamente intacto tanto el trazado de las calles y la sinagoga como algunas de sus casas, y justo ese será el tema al que nos dediquemos hoy.



Municipio con amplia historia, poblado desde los albores y dominado por los sucesivos pueblos que llegaron a la zona, la romana Valentia destacaba ya como ciudad importante, con murallas defensivas y acueducto propio, pero sería durante la edad media que la localidad alcanzaría sus más altas cotas de importancia.


Mientras duró su propiedad a la Orden de Alcántara, durante el proceso de reconquista, tuvieron lugar en sus calles hechos históricos de gran calado que nos dan una idea de su importancia como población, incluyéndose las bodas en las que el rey Fernando unió los reinos de Castilla y de León, y una pretendida boda entre una infanta castellana y el rey portugués que pretendía afianzar una paz que sin embargo no se dio.


En todos estos periodos de su historia, Valencia no dejó de conservar nunca una importante comunidad judía, asentada en un populoso barrio de hasta 19 calles en el que aún se puede respirar el pasado de tan errante pueblo. No se tiene constancia exacta de cuándo llegaron aquí, pero con el paso de los siglos el conocido como barrio gótico-judío fue adquiriendo una importancia cada vez mayor que se reflejó en la construcción de la sinagoga, edificio que solo podían permitirse comunidades con un número significativo de individuos.


Así, en este entramado urbanístico tan medieval de callejuelas estrechas podemos encontrar magníficos ejemplos de las casas que aún hoy permanecen intactas, aunque reformadas por los vecinos, en las que vivieron los judíos. Estas destacan por su estrechez a lo largo de toda la vivienda, unida a una profundidad característica de tiempos remotos, que solía terminar según los casos en un pequeño patio trasero en los que guardar el ganado.

Pero sin duda el edificio que da fama a este barrio es la sinagoga, hoy restaurada y visitable, que pese a ser de arquitectura sencilla y simple mantiene en ella la mayoría de los elementos que estos edificios debían tener: un pequeño patio con columnas en el que leer la Torá y una de las paredes sostenidas sobre la roca viva, sirviendo esto de recordatorio del Muro de las Lamentaciones en Israel. La zona de rezo se compone aquí de cuatro columnas y una apertura en el techo, hoy de mayor tamaño, que en su momento debió de estar tapada, dejando solo un débil rayo de luz que acentuaría la religiosidad de toda la estancia.


Aunque monumentalmente no se pueda ofrecer más que la sinagoga, las fachadas de las casas del barrio mantienen ese carácter medieval que debieron usar sus primeros constructores, manteniéndose intactos en muchos casos los enormes marcos de piedra de las puertas y ventanas que tanto caracterizaba la casa rural extremeña de tiempos pasados y que se mantienen desde los tiempos judíos.

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